martes, 8 de mayo de 2012

Leyenda que me contó mi Abuelo.


Leyendo del Cura Resucitado
Sucedio en el viejo Cananea.
Cuentas las consejas de las acciones de guerra del ejército del general Ignacio Pesqueira, siempre en campaña tras la captura de los depredadores, que un sacerdote llamado Tomás de Higuera que había  sido capturado y martirizado, reviviría tras cada que le clavaran flechas envenenados.
La pequeña Misión  del Real de la Cananea era atendida por el fervoroso don Tomás de la orden de los Franciscanos. Humildísimo entregado a los nativos, en su mayoría pimas, enemigos de la guerra.

    Había decidido el fraile llevar siempre sobre su cabeza la capucha que era parte del hábito de su orden. Un extraño resfrío que lo castigaba durante todo el año en las gélidas montañas de la Cananea, apenas si lo soportaba bien cubierta la cabeza.
 Se veía extraño el fraile ante la curiosa mirada de los indígenas que no pocas veces se espantaron al toparse con él en el camino real por el que don Tomás acostumbraba transitar por las noches, decía él en la búsqueda y algunas hierbas serenadas.
   Solía abrir la capilla a las cuatro de la mañana y tirado en el piso de loza, permanecía hasta tres horas sumergidos es en sus rezos.
   Su alimentación era frugal  y su devoción para con los necesitados lo distinguía en entre todos habitantes de las rancherías indias,  quines pedían que  las temblorosas manos  del Fraile fueran colocadas sobre la cabeza de los enfermos logrando que éstos en algunas circunstancias recobraran la salud, por lo que su fama se extendió en gran parte de la Pimería.
  La madrugada del 13 de junio de 1876 cuando el fraile permanecía es habitual servicio matutino dentro de rústica iglesia, con la primera ráfaga de luz también penetró una flecha que se le atravesó el techo a don Tomás de Higuera.
   Un apache colocado estratégicamente el campanario le lanzó la flecha cuando  estaba boca abajo realizando interminables oraciones y letanías con sus murmullos in entendibles.
   Al momento de hacer el apache un movimiento para retirarse del lugar creyendo que el fraile estaba bien muerto, vio como don Tomás se levantó sereno y pleno de vida se levantó sereno encaminándose al sagrado para dar principio a la misa.
   Intempestivamente diez apaches entraron por la puerta principal, lo lazaron del cuello y arrastrándolo  se perdieron entre los cerros, y parado frente a sólido mezquite, bien atado lo que le daba un aspecto tétrico debido capucha, una uno le lanzó  flechas envenenadas.
   El Fraile al revivir el impacto de cada saeta baja aun más el rostro y su cuerpo se mostraba desfalleciente, más a los pocos segundos levantaba de nuevo la cabeza cuya cara  nunca vieron los salvajes, eso si dos ojos brillosos como lámparas.
   Y como la escena se repetía hasta más de 15 veces optaron por salir huyendo una vez que se agotaron las flechas llenos de pánico ante este evento al que consideraron un acto de brujería.
   Empero  no era más  que una manifestación del poder de lo alto, que protegió a don Tomás, aún de las agresivas flechas emponzoñadas pues su labor entre los naturales a los que predica y bautizaba por cientos y miles, era de encomiable aprecio.
Análisis:
Se trata sobre un sacerdote que fue capturado y envenenado por unas flechas, el sacerdote se llamaba Tomás de Higuera él era el encargado de la cananea vieja.
El sacerdote se aparecía después de su muerte se le aparecía a cada persona que estaba ahí solo se miraba su cuerpo con dos ojos brillantes pero nunca se vio su rostro.

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